La Industria de Reuniones y el Turismo tienen la capacidad de aprovechar las tradiciones festivas de México, tanto como generar impacto, conciencia y unidad en sus participantes.
Tal vez a ti, como a mí (y a muchos) te encanta el tercer trimestre del año, donde nos llenamos de celebraciones y riquísima comida. Las calles, casas y escaparates se llenan de adornos, luces, aromas… que evocan diversos recuerdos y nos invitan a disfrutar de tradiciones familiares añejas o adaptadas. Dicen que, a partir del 15 de septiembre, el año se nos va como agua y entre fiesta y fiesta… ¿¿¿Será???
No faltan las discusiones donde se debate el valor de las tradiciones centenarias contra las costumbres adoptadas de otras latitudes, que si el Día de Muertos sobre la noche de Halloween, que si el Niño Dios en el nacimiento es más relevante que Santa Claus. Pero ¿acaso no somos un país suficientemente diverso para dar cabida a todo, incluyendo las festividades que han sido catalogadas como Patrimonio Intangible por la Unesco? Si ni siquiera en el mismo territorio tenemos tradiciones homologadas: los norteños no suelen tener ofrendas ni piñatas, tanto como los chiapanecos no suelen “reunirse en carnes asadas”. Vaya, ¡ni los esquites se llaman igual!
Desde que tengo memoria, he colocado en familia una ofrenda de muertos la noche del 31 de octubre, pequeña forma de recordar a seres queridos que, en nuestra cultura mexicana, se asegura vienen de visita a degustar los manjares que disfrutaban en vida. Pero desde hace varios años, he incorporado diferentes adornos de Halloween desde días antes, solo porque me parecen muy divertidos, tanto como ver a niños y mascotas disfrazados desfilando por la calle.
Igualmente, en Navidad hemos tenido la católica costumbre de colocar un nacimiento, tanto como hemos disfrutado de tapizar la casa con el árbol de Navidad, además de múltiples adornos que vendrían muy bien en climas más fríos (afortunadamente, no vivo en una playa tropical, o se vería súper raro tener muñecos de nieve a 36°C). Disfrutamos de darnos regalos entre familias porque nos queremos y no solo porque sea una práctica comercial.
No celebro Thanksgiving, pero me encantan el pavo y la crema de calabaza, casi tanto como el pan de muerto, la calabaza en tacha, el chocolate oaxaqueño y la rosca de Reyes. Al final, pocas cosas que consumimos son “puramente mexicanas”.
¿Una cosa nos hace más o menos mexicanos que la otra? No lo creo. Considero que en la variedad está el gusto y que en un territorio tan vasto y diverso cabe de todo. Además, en un sector donde tenemos oportunidad de conocer y disfrutar tantas cocinas, culturas y tradiciones, se vale ser ecléctico.
El turismo y los eventos no quedan excluidos de todo esto, que suele ser buen pretexto para visitar otros lugares, probar otras cocinas, presenciar otras tradiciones y, al final, vivir otras experiencias, que es uno de los grandes valores que el sector aporta. Por cierto, hay que recordar que el gran desfile de Catrinas que en los últimos años ha tenido lugar en la Ciudad de México, originó en una celebración “inventada” para una película extranjera filmada en la ciudad (¡gracias, James Bond, por ello!); hoy es un atractivo más de la capital.
Diversos destinos turísticos crecen la cantidad de visitantes en fechas especiales, como carnavales, Semana Santa, Día de Muertos y otras festividades, frecuentemente de carácter religioso. Así, visitar el panteón en Janitzio o Mixquic, o hacer el Viacrucis en Zacatecas, no solo representan costumbres familiares, sino tradiciones comunitarias que se han vuelto un atractivo en sí mismas. Hay que respetar sus tiempos y espacios cuando se les visite.
Asimismo, aprovechar las festividades en las empresas es una buena manera de generar un espacio de convivencia y creatividad. Si se quiere, se elige una u otra tradición, o bien, se crean ambientes que permitan incluir a todos, con creencias y costumbres diferentes, de generaciones diferentes también.
Lamentablemente, en estos días resulta complicado, si no imposible, llevar a cabo muchas de las celebraciones, al menos, “en vivo”. Por supuesto, primero la salud y salir todos de esta situación difícil… ya habrá oportunidad de hacer muchas otras cosas.
Sin embargo, aun si la gente sigue trabajando en casa, hay formas de mantener vivas las tradiciones. Por ejemplo, se pueden hacer concursos de calaveritas literarias, ofrendas, disfraces o árboles de Navidad; se les puede enseñar a preparar algún platillo navideño, hacer intercambios de regalos, tarjetas navideñas o donar ropa y juguetes para alguna causa social; tener actividades que hasta incluyan a la familia con quien conviven.
Uno de los valores de los eventos es unir a la gente con un fin común, pudiendo incluso generar valor a otros. Tanto las reuniones como el Turismo tienen la capacidad resaltar y preservar las riquezas culturales de un país o comunidad. Son parte de nuestra identidad, además de fuente de diversión y creatividad. Disponemos de diversos recursos para abrazarlas y difundirlas.
¿Y tú, cómo vives estas festividades? ¿Cómo las aprovechas en tus eventos?